Carta escrita y enviada a este sitio por un visitante de la pagina.
Es hora de dejar las cosas en claro. El que plantea que Newell’s es popular gracias a López no es mas que un infiltrado sinaliento, o peor aún, un traidor.
Newell’s nació popular y lo es a lo largo de toda su historia. Nació como un club donde los apellidos de sus fundadores reflejaron la heterogénea composición social de aquel entonces, producto de la inmigración (italianos, ingleses, españoles y criollos fundar el C.A.N.O.B mientras a los de enfrente los fundaron exclusivamente ciudadanos británicos).
Muchos años antes de que el peronismo representara la identidad política de los sectores populares en Argentina, en Rosario hubo un intendente con el apellido Newell. Sí, Claudio Newell (uno de los fundadores del club) fue elegido intendente de la ciudad con los votos del pueblo irigoyenista, mientras los otros se identificaban con la oligarquía representada en el personal jerárquico de la empresa de ferrocarriles británica. Recién entrados los años ’70, cuando buena parte de los jóvenes de clase media se suman a las filas del peronismo es que se inventa esa mentira descascarado de “Rosario es peronista y de central”.
Luego, cabe recordar que en nuestra propia ciudad, el estadio mundialista fue construido con el favor de los militares en ascenso hacia el poder (concretamente Rodenas les otorgó como prebenda a los milicos el predio “La Calamita”, que posteriormente fue utilizada como chupadero de la dictadura). Dicho estadio se llenó por primera vez en el Mundial ’78, con aficionados de todo el país. Más adelante, se consumó una nueva humillación para ellos: La Lepra colmó la capacidad del mundialista (incluso con entradas sobrevendidas) en la histórica final de la Libertadores 1988, y poco después volvió a repetir la gesta en 1992. Recién en el ’95 (17 años después de su inauguración) los de enfrente lograron llenar su cancha en la final de la copa metegol.
Pero hubo más. En el ’71, cuando ambos clubes disputaron esa famosa semifinal que se convirtió en prácticamente el único festejo propio de la pobre gente sin aliento, la mayoría de los hinchas que poblaron el Monumental de Núñez en ese partido eran de Newell’s. Lo mismo volvió a ocurrir en su peor humillación, aquel 2 de junio de 1974. En cancha de ellos copó La Lepra y la verdadera Hinchada Que Nunca Abandona entró a la cancha a dar la vuelta con sus jugadores paseados en andas en la cara de los mudos que tiraban piedras escudados tras el cordón policial.
Mucho después, volverá Newell’s a reafirmar su supremacía con movilizaciones estremecedoras como los más de 12.000 hinchas a Uruguay en la final de la Libertadores del ’88, los 15.000 a Platense en el modesto estadio de Vicente López que en aquel entonces apenas albergaba a unos 18.000 espectadores, o los casi 40.000 fanáticos que vimos al D10S del fútbol aquel imborrable lunes a la tarde en su primer entrenamiento con la rojinegra.
Llegamos por fin al campeonato de 2004, donde además de la sexta estrella los leprosos festejamos la movilización récord del fútbol argentino: 40.000 de Visitante - La Hinchada Más Popular.
Además de no tener en cuenta todo lo anterior, algunos interesados buscan ubicar a López y a los que conducen su barra como los artífices de esa gesta.
Hagamos memoria. Ese año debió haber habido elecciones en Newell’s. Ante esa posibilidad, el traidor de nuestro presidente negoció la ubicación del clásico en la 2da fecha, para que una posible derrota no repercutiera en el electorado leproso. Recordemos que finalmente ese clásico lo ganamos con el aliento de la hinchada, que sostuvo a Maidana en el aire para que cabeceara, cuando el partido se moría en un empate (finalmente Maidana se tuvo que ir, igual que Mansito y tantos otros, por la puerta chica). Tampoco podemos olvidar la vergüenza de ver con la rojinegra a Jardel, el cual gracias a la resistencia del pueblo leproso duró sólo un partido. Pero el verdadero artífice futbolístico de ese campeonato fue el Tolo Gallego. Nuevamente, fiel a su historia, Newell’s se corona campeón con un técnico del club. El tolo rescató a jugadores que estaban a punto de ser descartados tras la gestión de Veira, como el Tano Vella, Seba Domínguez, Fernando Belluschi o Guillermo Marino. Pero traerlo al Tolo Gallego tampoco fue un acierto de López, sino que cayó de carambola como tercera opción detrás de las negativas de Bianchi y Basile.
Por fin, tras 12 años sin campeonatos (10 de los cuales los transitamos con López) llegó el día esperado, y el “vivo” de nuestro presidente, en lugar de asegurar la fiesta en Avellaneda, puso las fichas en el insignificante Arsenal de Sarandí. Por suerte, Newell’s es tan pero tan grande que se dio el lujo de ser campeón, aún con López.
Los 40.000 que se movilizaron ese día a la Doble Visera fueron obra del propio pueblo leproso. El club sólo pagó 25 micros con sus respectivas entradas (un total de 1.200 hinchas), y el resto tuvo que pugnar por una entrada, acampando desde varios días antes frente a las boleterías, sin información oficial de la dirigencia y con la única esperanza aportada por el presidente de Independiente que aseguró que ofrecería todos los lugares que Newell’s necesitara.
Finalmente las elecciones fueron suspendidas. ¿Qué mejor legitimación podía obtener López que mantenerse en el poder ganando las elecciones? Pero no. López se vio tambalear y arrugó frente a la voluntad del pueblo leproso que le anunciaba una derrota electoral, aún habiendo ganando el clásico, aún saliendo campeón.
Tras la sexta estrella se consumó el colmo de un club clausurado para su gente. No se organizó ningún festejo oficial, y la fiesta la puso el pueblo en las interminables caravanas que ensordecieron la cuidad durante semanas. Tampoco el “vivo” de nuestro presidente aprovechó para posicionar a Newell’s en ningún torneo de verano, al menos para obtener ingresos económicos contando con Ortega en el plantel y con jugadores campeones y codiciados en el país y en el exterior.
El presente es incomentable. Sólo podemos hacer el aguante, como siempre, y pelear para que por fin llegue la hora de Newell’s.
Es hora de dejar las cosas en claro. El que plantea que Newell’s es popular gracias a López no es mas que un infiltrado sinaliento, o peor aún, un traidor.
Newell’s nació popular y lo es a lo largo de toda su historia. Nació como un club donde los apellidos de sus fundadores reflejaron la heterogénea composición social de aquel entonces, producto de la inmigración (italianos, ingleses, españoles y criollos fundar el C.A.N.O.B mientras a los de enfrente los fundaron exclusivamente ciudadanos británicos).
Muchos años antes de que el peronismo representara la identidad política de los sectores populares en Argentina, en Rosario hubo un intendente con el apellido Newell. Sí, Claudio Newell (uno de los fundadores del club) fue elegido intendente de la ciudad con los votos del pueblo irigoyenista, mientras los otros se identificaban con la oligarquía representada en el personal jerárquico de la empresa de ferrocarriles británica. Recién entrados los años ’70, cuando buena parte de los jóvenes de clase media se suman a las filas del peronismo es que se inventa esa mentira descascarado de “Rosario es peronista y de central”.
Luego, cabe recordar que en nuestra propia ciudad, el estadio mundialista fue construido con el favor de los militares en ascenso hacia el poder (concretamente Rodenas les otorgó como prebenda a los milicos el predio “La Calamita”, que posteriormente fue utilizada como chupadero de la dictadura). Dicho estadio se llenó por primera vez en el Mundial ’78, con aficionados de todo el país. Más adelante, se consumó una nueva humillación para ellos: La Lepra colmó la capacidad del mundialista (incluso con entradas sobrevendidas) en la histórica final de la Libertadores 1988, y poco después volvió a repetir la gesta en 1992. Recién en el ’95 (17 años después de su inauguración) los de enfrente lograron llenar su cancha en la final de la copa metegol.
Pero hubo más. En el ’71, cuando ambos clubes disputaron esa famosa semifinal que se convirtió en prácticamente el único festejo propio de la pobre gente sin aliento, la mayoría de los hinchas que poblaron el Monumental de Núñez en ese partido eran de Newell’s. Lo mismo volvió a ocurrir en su peor humillación, aquel 2 de junio de 1974. En cancha de ellos copó La Lepra y la verdadera Hinchada Que Nunca Abandona entró a la cancha a dar la vuelta con sus jugadores paseados en andas en la cara de los mudos que tiraban piedras escudados tras el cordón policial.
Mucho después, volverá Newell’s a reafirmar su supremacía con movilizaciones estremecedoras como los más de 12.000 hinchas a Uruguay en la final de la Libertadores del ’88, los 15.000 a Platense en el modesto estadio de Vicente López que en aquel entonces apenas albergaba a unos 18.000 espectadores, o los casi 40.000 fanáticos que vimos al D10S del fútbol aquel imborrable lunes a la tarde en su primer entrenamiento con la rojinegra.
Llegamos por fin al campeonato de 2004, donde además de la sexta estrella los leprosos festejamos la movilización récord del fútbol argentino: 40.000 de Visitante - La Hinchada Más Popular.
Además de no tener en cuenta todo lo anterior, algunos interesados buscan ubicar a López y a los que conducen su barra como los artífices de esa gesta.
Hagamos memoria. Ese año debió haber habido elecciones en Newell’s. Ante esa posibilidad, el traidor de nuestro presidente negoció la ubicación del clásico en la 2da fecha, para que una posible derrota no repercutiera en el electorado leproso. Recordemos que finalmente ese clásico lo ganamos con el aliento de la hinchada, que sostuvo a Maidana en el aire para que cabeceara, cuando el partido se moría en un empate (finalmente Maidana se tuvo que ir, igual que Mansito y tantos otros, por la puerta chica). Tampoco podemos olvidar la vergüenza de ver con la rojinegra a Jardel, el cual gracias a la resistencia del pueblo leproso duró sólo un partido. Pero el verdadero artífice futbolístico de ese campeonato fue el Tolo Gallego. Nuevamente, fiel a su historia, Newell’s se corona campeón con un técnico del club. El tolo rescató a jugadores que estaban a punto de ser descartados tras la gestión de Veira, como el Tano Vella, Seba Domínguez, Fernando Belluschi o Guillermo Marino. Pero traerlo al Tolo Gallego tampoco fue un acierto de López, sino que cayó de carambola como tercera opción detrás de las negativas de Bianchi y Basile.
Por fin, tras 12 años sin campeonatos (10 de los cuales los transitamos con López) llegó el día esperado, y el “vivo” de nuestro presidente, en lugar de asegurar la fiesta en Avellaneda, puso las fichas en el insignificante Arsenal de Sarandí. Por suerte, Newell’s es tan pero tan grande que se dio el lujo de ser campeón, aún con López.
Los 40.000 que se movilizaron ese día a la Doble Visera fueron obra del propio pueblo leproso. El club sólo pagó 25 micros con sus respectivas entradas (un total de 1.200 hinchas), y el resto tuvo que pugnar por una entrada, acampando desde varios días antes frente a las boleterías, sin información oficial de la dirigencia y con la única esperanza aportada por el presidente de Independiente que aseguró que ofrecería todos los lugares que Newell’s necesitara.
Finalmente las elecciones fueron suspendidas. ¿Qué mejor legitimación podía obtener López que mantenerse en el poder ganando las elecciones? Pero no. López se vio tambalear y arrugó frente a la voluntad del pueblo leproso que le anunciaba una derrota electoral, aún habiendo ganando el clásico, aún saliendo campeón.
Tras la sexta estrella se consumó el colmo de un club clausurado para su gente. No se organizó ningún festejo oficial, y la fiesta la puso el pueblo en las interminables caravanas que ensordecieron la cuidad durante semanas. Tampoco el “vivo” de nuestro presidente aprovechó para posicionar a Newell’s en ningún torneo de verano, al menos para obtener ingresos económicos contando con Ortega en el plantel y con jugadores campeones y codiciados en el país y en el exterior.
El presente es incomentable. Sólo podemos hacer el aguante, como siempre, y pelear para que por fin llegue la hora de Newell’s.